La Historia de la Mujer es de creación reciente y aún se encuentra en proceso de consolidación y legitimación. La investigación histórica tradicional subordina la experiencia histórica de la humanidad al varón, no siendo una excepción la historiografía sobre El Viso del Alcor, en la que apenas aparecen nombres de mujeres; a lo sumo se han estudiado algunas excepcionales figuras femeninas, poco representativas de sus contemporáneas, tal es el caso de Beatriz Ramírez de Mendoza, IV Condesa del Castellar. Este artículo pretende esbozar de manera general y sintética la Historia de la mujer visueña desde el Renacimiento hasta el Siglo de las Luces.
LA MUJER VISUEÑA EN LA EDAD MODERNA
Los moralistas del XVI tenían como imagen de la mujer perfecta a la Virgen María, cuya semblanza emanaba pureza, honestidad y buena voluntad. Erasmo y Luis Vives recomendaban educar a las mujeres para ser hijas, esposas sumisas y buenas madres. Los teólogos del Barroco, continuando con la misoginia tradicional, definieron la tarea de las mujeres en el proceso de procreación como puramente pasivo. En definitiva, Vives y otros moralistas españoles de la Edad Moderna relegaron a las mujeres a los papeles de "madres, hijas, viudas, vírgenes o prostitutas, santas o brujas”, por lo que sería interesante observar si las visueñas de esta época encajaban o no con esos determinados y limitados roles.
La casada
La familia extensa era la base del entramado social desde hace siglos y tenía la estructura de un reino en miniatura, en el que el padre tenía el poder absoluto. Se consideraba que la mujer tenía únicamente dos destinos honorables: casada o monja. Los padres regulaban las bodas de sus hijos. Luis Vives, en su obra “Deberes del marido” consideraba que “una larga y jamás desmentida experiencia ha enseñado que son muy raros los casamientos afortunados que a hurto se concertaron entre el mozo y la doncella, y, al contrario, que son harto pocos los matrimonios desafortunados de quienes los padres fueron los inspiradores y casamenteros…”[1]. Los padres procuraban generalmente casar a sus hijos dentro de su grupo social y en su entorno. Los hijos que se casaban sin el consentimiento paterno perdían sus derechos a la herencia y los lazos familiares quedaban rotos. Según la mentalidad de la época, la mujer tenía básicamente tres funciones: ordenar el trabajo doméstico, perpetuar la especie humana y satisfacer las necesidades afectivas de su esposo. Esa es la razón por la que el matrimonio sería un fin para la mujer. Para contraer matrimonio las féminas debían aportar una dote cuyo valor variaba en función de las condiciones económicas de la futura esposa. Siempre quedaba la posibilidad del adulterio, algo bastante común tanto entre hombres como entre mujeres. Evidentemente, el tratamiento social y legal era diferente si lo cometía uno u otra. Si la mujer casada era sorprendida en pleno adulterio, el marido tenía la potestad de matarla en ese momento, siempre y cuando también ejecutase al amante. Si el marido tenía solo sospechas de adulterio, debía denunciar el caso ante los tribunales y cuando fuera probado, los culpables eran entregados al marido para que hiciese justicia o los dejara libres. En cambio, una buena esposa debería pasar por alto las infidelidades de su marido, para buscar, por encima de todo, la paz del hogar. La mujer casada debía sufrir con resignación los malos tratos de su marido, por muy bárbaro que éste fuese. Las mujeres del Antiguo Régimen tenían, por regla general, muchos hijos, pero la elevada mortalidad infantil en los primeros meses de vida, debido a las pésimas condiciones higiénicas y sanitarias, hacía que sólo sobrevivieran unos pocos.
Los documentos del Antiguo Régimen hacen referencia a los cabezas de familia, por lo que las nombres de mujeres apenas aparecen. Sin embargo, es más usual que aparezcan los nombres de mujeres de la nobleza, de mayor consideración social que las mujeres comunes. El Viso no es una excepción, por lo que podemos citar varios ejemplos, aunque matizando que las estancias de los Condes del Castellar en nuestro pueblo fueron escasas y esporádicas.
El Mayorazgo de El Viso fue fundado por Juan de Saavedra y su mujer Juana de Avellaneda en 1456 para el primogénito del matrimonio, Fernán Arias. Según las cláusulas de tal documento, el Mayorazgo pasaría a los descendientes legítimos de Fernán, prefiriéndose el mayor al menor y el varón a la hembra.
Beatriz Ramírez de Mendoza, Duquesa de Rivas, se casó con Fernando Arias de Saavedra, IV Conde del Castellar, en 1584, a los 29 años de edad. Tuvo seis hijos, cuatro niñas y dos niños: Ana, que murió antes de bautizarse; Juana, que nació en 1587; Ana María, nacida en 1589; Beatriz, que nació en 1591 y murió a los 11 años; Gaspar Juan, que nació en junio de 1593; y Baltasar, que nació en 1594, y falleció soltero en 1615. Este ejemplo concreto es una muestra de la alta natalidad de la época (una cadencia de un hijo cada dos años) y la elevada mortalidad infantil, más destacable aún porque estamos hablando de una familia acomodada y perteneciente al estamento privilegiado de la sociedad. Gaspar Juan Arias de Saavedra, V Conde del Castellar e hijo de la anterior, se casó en 1609, antes de cumplir los 15 años, con su prima Francisca de Ulloa Saavedra. A pesar de la temprana muerte del conde, a los 29 años, en julio de 1622, el matrimonio tuvo tres hijos: Fernando Miguel Arias de Saavedra (señor de El Viso y Conde del Castellar), José Ramírez de Saavedra (marqués de Rivas) y Beatriz Arias de Saavedra (dama de la reina)
La soltera
A pesar de las limitaciones matrimoniales, el matrimonio era preferible a la soltería, pues ésta tenía un sentido peyorativo en la sociedad de la época, llegando hasta nuestros días el apelativo de “solterona”.
La viuda
La mujer, tras la muerte del marido, se convertía automáticamente en cabeza de familia, y como tal era censada. El Encabezamiento de 1554[2] ofrece un total de 165 vecinos, de los cuales 17 son viudas, lo que representa el 10 % de los cabezas de familia. El Encabezamiento de 1694[3] ofrece una población de 248 vecinos, incluyendo a 20 mujeres (8%), de las que tres (Juana de Aguilar, Josefa Algarín y Gerónima de Aguayo,) debían tener una mayor consideración social, ya que son las únicas que reciben el apelativo de “doña”. El Vecindario de Ensenada de 1759[4] ofrece una población de 452 vecinos, de los cuales hay 29 viudas pobres cuyo estado no consta (6% del total).El padrón de 1798[5] nos informa que hay 675 vecinos, repartidos en 17 calles, de los cuales 42 son mujeres cabezas de familia (6%). Los nombres propios más frecuentes de estas visueñas son Josefa, María, Isabel, Juana, Francisca y Catalina (conformando estos seis apelativos el 51 % de la población femenina).
La viuda era considerada con especial simpatía, mezclada con algo de compasión por la sociedad de su tiempo. La viudez en el Antiguo Régimen, mayoritariamente femenina, puede ser considerada como equivalente a un intenso dolor por haber perdido al ser querido o una liberación de tan dura opresión. “Y aun las hay que se alegren de la muerte de sus maridos, como si con su muerte se sacudiesen un triste yugo, y como si se hubiesen libertado de una servidumbre y cautiverio”[6]. Muchas viudas de nivel medio y bajo caían en la pobreza tras la muerte de sus maridos, ya que cesaban los ingresos. Aunque la viuda tratase de socorrerse, a ella y a los suyos, con algún trabajo, éste era tan mísero y los ingresos tan escasos que no la sacaban de la pobreza. No obstante, hay casos frecuentes de viudas que mantienen un alto estatus social tras enviudar.El caso más llamativo de una viuda con alta consideración y jerarquía es la anteriormente citada Beatriz Ramírez de Mendoza, que tras enviudar en septiembre de 1594, a los 38 años de edad, se convirtió en cabeza de familia hasta que su hijo, Gaspar Juan, V Conde del Castellar, es proclamado mayor de edad en junio de 1608. Esta mujer, de una profunda religiosidad, tuvo una agitada vida social, impulsando la reforma mercedaria y creando cuatro conventos, uno de ellos en El Viso, llegó a conspirar contra el Duque de Lerma, valido del rey Felipe III,…. Esta enérgica mujer falleció en noviembre de 1626, a los 70 años, sobreviviéndole tan solo dos de sus hijas.
El Catastro Eclesiástico de Ensenada de mediados del siglo XVIII[7] nos informa de modo indirecto de una serie de mujeres acaudaladas que crean importantes Capellanías (fundaciones religiosas de carácter privado, mediante las cuales el testador dona una serie de bienes para la celebración periódica de una serie de misas por su alma).
Los visueños y visueñas de mayor rango social eran enterrados en la Parroquia de Santa María del Alcor, mientras la mayoría recibían sepultura en el cementerio anexo a ella, donde actualmente está ubicada la Sacristía.
El testamento de doña Juana de Leanis[8], fechado el 16 de agosto de 1542, ordenada ser enterrada en sepultura de fábrica, donde se encontraban enterrados sus padres. Isabel del Castillo[9], fallecida en noviembre de 1649 a causa de la peste, es enterrada en la Parroquia, junto a su marido, Pedro de Rojas, dejando en su testamento casas en la calle Real y en la calle del Panadero. Gerónima[10], hija de Pedro de Aguayo y esposa de Diego de Morales Reyes, hizo testamento en 1724, solicitando ser enterrada en la tumba de sus padres, junto al atril del coro en la nave central de la Parroquia. Por otra parte, también tenemos bastantes referencias a viudas en las que no consta su situación económica.
La religiosa
El Viso contaba con un único convento masculino, el de Mercedarios Descalzos, fundado en 1604 por Doña Beatriz Ramírez de Mendoza, y con ninguno femenino, no existiendo constancia de jóvenes que tomaron los hábitos en centros religiosos de otras localidades. No obstante, en el Encabezamiento de 1554 se cita a una beata, concretamente a Juana Martín. Francisco Avellá[11] indica que el término beata tienes tres significados posibles en esta época:1-Mujer que, vistiendo hábito religiosos, vive recogida en su casa, ejercitándose en obras de virtud.2-La que vive con otras en clausura bajo una determinada regla. 3-La que vive en comunidad bajo una regla, pero no en clausura. Sin lugar a dudas, el significado que más se nos aproxima a nuestro caso es el primero.
Las marginadas
La mujer sufre una profunda marginación en el mundo del trabajo desde la antigüedad, quedando reducida a empleos de los sectores medio y bajo. La mujer no tenía acceso a los centros de enseñanza, por lo que la mayoría eran analfabetas. Que una mujer destaque por su saber es la excepción, tal es el caso de Beatriz Galindo “La Latina”, bisabuela de la IV Condesa del Castellar. Los principales oficios quedan reservados a los hombres, así como el mundo de la política y los negocios, por lo que la mujer queda limitada a ayudar a su marido o a empleos humildes. Como botón de muestra, encontramos una única referencia a un oficio desempeñado por una mujer en la villa de El Viso, en este caso a una mesonera, en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada de 1751[12]. No obstante, aunque aparezcan escasas referencias documentales, el trabajo de la mujer debió ser intenso, tanto dentro como fuera del hogar. El trabajo doméstico recaía absolutamente en la mujer: limpiar, elaborar los alimentos y vestidos, fabricar velas y candiles para iluminar la casa, hacer jabón, buscar el agua a la fuente, encender el fuego del hogar,…Del mismo modo, la mujer también estaba al cuidado de los niños, ancianos, enfermos y parturientas. En una sociedad rural, como la visueña del Antiguo Régimen, el trabajo de la mujer como temporera debió ser fundamental, sobre todo en la época de la vendimio y del verdeo.
La mayoría de las mujeres del Antiguo Régimen pueden ser consideradas marginadas, aunque las que la soportan una marginación más profundas son las criadas, las prostitutas, las consideradas brujas y las esclavas.
Las criadas suelen ser mujeres que no tienen un oficio concreto y terminan sirviendo en las casas de los pudientes. Aquí, como en tantos casos, su suerte dependía del talante del ama de casa. Las criadas suelen estar mal pagadas, siendo privadas de voz y voluntad. Algunas son injuriadas y maltratadas, incluso sufren los acosos sexuales de los hombres de la casa. En cuanto al caso particular de nuestro pueblo, no tenemos constancia documental de la existencia de criadas en esta época, aunque es muy probable que algunos ricos visueños contaran con sus servicios.
Presumiblemente, en El Viso también habría mujeres de “mala reputación”, sin embargo, no contamos con pruebas fehacientes que lo certifiquen.
En cuanto a las brujas, parece poco probable que este fenómeno se diera en nuestra localidad, aunque como dato curioso hemos encontrado una referencia a un exorcismo. Fray Pedro de San Cecilio[13] narra lo siguiente: “Siendo conventual del Viso el año de 1614 recién venido de Lisboa, vinieron por él de Mairena, villa poco distante, para que exorcizasse a una mujer. Estaba yo entonces allí estudiando las Artes y acompáñele en este viaje…”
La existencia del fenómeno de la esclavitud en El Viso está perfectamente documentado. Como botón de muestra puede servir el siguiente acta bautismal del Archivo Parroquial de El Viso, citado por Bueso y Belloso: “En miércoles, veinticinco dias de mes de Enero, año del señor de 1548 años, bauticé yo, Diego Navarro, clérigo, cura de esta Iglesia, Antón, esclavo de Diego Gómez de Santiago, hijo de Catalina, su esclava”. Relacionado con este fenómeno puede estar el caso de “Brixida García de color morena”[14], que en 1608 da tributos a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, lo que nos hace pensar en una mulata, producto de las relaciones entre una esclava y su señor, que es reconocida por su padre y hereda sus bienes.
BIBLIOGRAFÍA:
J. P. BUESO y J, BELLOSO: Historia de El Viso del Alcor. Edición propia (Madrid, 1997) Tomo I, 228-234.V
L VIVES, Deberes del marido, en Obras Completas, =Aguilar (Madrid, 1948)
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. Dirección General de Rentas, 1ª Remesa, catastro de Ensenada, Respuestas Generales. L563
J. A. CAMPILLO: El Viso del Alcor: Su Historia. Ayuntamiento de El Viso del Alcor (Sevilla, 1995) 103.
F. AVELLÁ: Beatas y beaterios en la ciudad y arzobispado de Sevilla, en Revista Archivo Hispalense (Sevilla, 1982
FRAY PEDRO DE SAN CECILIO: Annales de la Orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced. Ed. Fascímil (Barcelona, 1669) 740.
MARCO ANTONIO CAMPILLO DE LOS SANTOS
228-234.[3] Íbidem, 316.
[4] Vecindario de Ensenada 1759, =Alcabala del Viento. Tabapress (Madrid, 1991) vol. 3, 741.
[5] Cit. I. P. BUESO y J, BELLOSO: Op cit., 316-317.
[6]L. VIVES, Deberes del marido, en Obras Completas, =Aguilar (Madrid, 1948) 1158-1159.
[7] ARCHIVO MUNICIPAL DE EL VISO. Libro de Raíz de Eclesiásticos (Catastro de Ensenada). L.236.
[8]I. P. BUESO y J, BELLOSO: Historia de El Viso del Alcor. Edición propia (Madrid, 1997) 368.
[9] Íbidem.
[10] J. A. CAMPILLO: El Viso del Alcor: Su Historia. Ayuntamiento de El Viso del Alcor (Sevilla, 1995) 103.
[11] F. AVELLÁ: Beatas y beaterios en la ciudad y arzobispado de Sevilla, en Revista Archivo Hispalense (Sevilla, 1982).
[12] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. Dirección General de Rentas, 1ª Remesa, catastro de Ensenada, Respuestas Generales. L563.
[13] FRAY PEDRO DE SAN CECILIO: Annales de la Orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced. Ed. Fascímil (Barcelona, 1669) 740.
[14] Cit. J. A. CAMPILLO: El Viso del Alcor: Su Historia. Ayuntamiento de El Viso del Alcor (Sevilla, 1995) 107.
[1] L. VIVES, Deberes del marido, en Obras Completas, =Aguilar (Madrid, 1948) 1273.
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